PREMIO A LA TRAYECTORIA PROFESIONAL 2001-2002
Miguel Prades Safont es arquitecto y natural de Castellón. En el número 78 de la céntrica calle González Chermá (hoy Enmedio) ve la luz un día 7 de diciembre de 1930. El final de la guerra civil determinó el traslado de su familia a Barcelona en 1939 y no será hasta dieciocho años después que no regrese a su ciudad natal, cursados ya sus estudios de Arquitectura. La perfecta inserción del grupo familiar exiliado en la Barcelona del momento, regentando un puesto del mercado del Born, no le impidió mantener activas todas sus anteriores relaciones y amistades de Castellón.
El tiempo de su formación académica, llevada a cabo en la Escuela Técnica Superior de Arquitectura de Barcelona, pero concluida en la de Madrid, determinó que fuera partícipe de esa generación de arquitectos que vivió y materializó el resultado inmobiliario del primer periodo de desarrollismo español posterior al ciclo de la autarquía.
No obstante, su formación profesional, paralela a la académica, es la clave para entendertoda su obra posterior: fue colaborador de Joaquim Gili y Francesc Bassó y trabajó también en el estudio de Francesc Mitjans. Pero, sin duda, la figura clave en su formación y trayectoria personales Antonio Perpiñá. Su relación, que trasciende del ámbito estrictamente profesional, se inicia con la incorporación, en su época de estudiante, al estudio de Perpiñá en Barcelona. Cuando este gana el primer premio del concurso de convocado en 1956 por la Comisaría de Ordenación Urbana de Madrid, para la organización y composición de volúmenes de los Ministerios de Industria y Comercio, en pleno Paseo de la Castellana, y es nombrado comisario de Ordenación Urbana, se traslada a Madrid, pidiendo a su colaborador y amigo Miguel Prades que lo acompañe, antes incluso de que haya completado sus estudios, lo que explica que los finalizara en la Escuela de la capital.
La privilegiada situación de Perpiñá dentro de la jerárquica administración española de la época le posibilitó contactos con figuras excepcionales del momento: Mariano Garrigues Díaz-Cañabate, Antoni Bonet i Castellana y, sobre todo, Richard Neutra, con quien coincidió a propósito de la contratación de las bases estadounidenses en España.
Pero, más que referencias culturales, Prades le debe al estudio de Perpiñá un método de trabajo. La postura adoptada por él en el concurso de la Castellana, en la que la «asimilación rápida» de la forma prima sobre la reflexión de sus valores, va a calar en el método de trabajo de Prades y en su manera de relacionarse con lo moderno, siempre más iconográfica que intelectual. La clave para la conexión con esta modernidad está en la buena información, mantenerse al día de experiencias y soluciones en el ámbito europeo y mundial.
Su arquitectura es una continua y decidida sucesión de ensayos a partir de imágenes reconocibles entre las más correctas formas de proyectar modernas. Prades combina el buen hacer profesional heredado de Perpiñá y Mitjans con las mejores aportaciones de Gordon Bunshaft o Richard Neutra. Con la dificultad añadida que comporta traducir la tecnología de la California de los años sesenta del siglo XX a una sociedad, la castellonense, que comenzaba a despertar tímidamente del retraso que supuso la contienda civil y la autarquía de posguerra.
Un despertar lento, con muchas dificultades, pero con una inusitada sensibilidad por parte de algunos sectores minoritarios que supieron comprender y valorar esta nueva arquitectura. Una sociedad que estaba consolidando las bases del lobby industrial del azulejo, que superará en pocos años al sector primario entonces dominante. Con un tejido industrial de perfil bajo, vinculado a la manufactura, pero con una iniciativa individual despierta y voluntarista, que permitió, a partir de la perfección en los oficios tradicionales, resolver aceptablemente los retos que le exigía el arquitecto.
Pero la asimilación que hace Prades de la modernidad es amplia, no se restringe solo a la imagen, sino que también alcanza a la tecnología. Una tecnología que incorpora en la práctica totalidad de sus obras, de manera decidida e incluso atrevida, habida cuenta del escaso nivel científico de la industria de la construcción. Esa ciega fe depositada en la tecnología le llevará a uno de sus peores momentos profesionales, cuando el punzonamiento de un pilar mixto sobre la cimentación provoca el colapso del Círculo Mercantil, algo que, con unos medios constructivos más preparados, a buen seguro se habría evitado. Asumir la condición de pionero siempre comporta riesgos; construir en la sociedad castellonense de los años sesenta como lo hacía la próspera industria estadounidense los incrementó exponencialmente.
Otro carácter relevante de la arquitectura de Prades, que lo posiciona definitivamente en la modernidad, es su forma de trabajo a partir del módulo. El concepto de malla espacial como parte sustancial del proyecto, desarrollando esquemas vinculados al espacio miesiano, subsiste en toda su producción, implícita o explícitamente. La modulación en la obra de Prades es omnipresente; sin perjuicio de poder abandonarla llegado el momento.
En este sentido, opta por la mediterraneidad corbusierana frente al rigorismo germano; para Prades, al igual que para el maestro suizo, proyectar con un módulo equivale a “tocar con una guitarra afinada”.
Afirma con rotundidad que la modulación “es una sencilla herramienta para desarrollar cualquier cosa”, y lo dice así quien la ha utilizado para proyectar, tanto un plan urbanístico como un edificio o incluso… el bordado de una chaqueta. El toque costumbrista del lenguaje de Prades lo hace referirse al módulo como un “cañamazo”, en alusión a los patrones de bordado que emplea el tejedor en la manufactura para confeccionar sus elaboradísimos trabajos.
De esta manera, podremos entender cómo la pureza del espacio miesiano, intermediada por SOM, se explicita en el edificio de oficinas de la calle En medio. Y le conduce a través de una vivencia del todo personal a transformar ese pattern en un lenguaje propio y deudor al mismo tiempo, de las obras de Louis Kahn en la desafortunadamente desaparecida residencia-estudio profesional de la plaza del Doctor Marañón.
A este primer periodo de modernidad ortodoxa le sucede otro en el que se deja seducir por la ostentosa materialidad de la segunda generación moderna. La sociedad para la que trabaja ha cambiado; ha dejado de percibir la buscada elegancia en las líneas abstractas de la modernidad. Necesita otras formas, necesita la riqueza ostentosa de los materiales. Las curvilíneas adaptaciones urbanísticas del edificio para la familia Pascual en la Puerta del Sol (1980) y los posteriores dos edificios residenciales en Villarreal (avenida Pío XII y plaza del Escultor Ortells), más rectilíneos, nos recuerdan la elegante manera de trabajar con Paul Rudolph en New Heaven.
La actividad de Prades personifica como pocas la figura del arquitecto individualista acompañado de un gran prestigio y entendido como profesional liberal, perteneciente a un segmento social con alto poder adquisitivo y que ejerce un oficio especializado, con una visión cultural amplia. Además, en el caso de Miguel, cimentada en un poderoso carácter de bon vivant, gran amigo de sus amigos, entregado a su familia y dispuesto a exprimir al máximo cualquier aspecto que le ofrezca la vida.
El impacto de Prades en la sociedad castellonense es sorprendente. Es una mezcla de admiración y magnetismo personal, que desemboca en un vínculo de mecenazgo con algunos empresarios de la naciente industria cerámica, quienes conectan y asumen, por desgracia sin continuidad, los lenguajes modernos. En este sentido es paradigmática la relación del arquitecto con Antonio Diago Piñón, a quien conoció cuando se disponía a construir una promoción inmobiliaria en la calle Asensi, junto a un cine expresionista de Francisco Maristany. Para ello disponía de un proyecto, ordenado y con lenguaje castizo, que el propietario retira para encargándoselo a Prades. Miguel utiliza una referencia de Mitjans y adopta una tipología y una escala que recuerdan al Immeuble Clarté para configurar el que pasa por ser uno de los mejores ejemplos residenciales de la ciudad de la Plana. Más tarde, el mismo industrial y con idéntica libertad de diseño le encarga una serie de viviendas unifamiliares para al menos cuatro de sus cinco hijos, y uno de ellos promueve la primera fase de los apartamentos La Panderola.
Sus amplias dotes como profesional hicieron que también fuese el urbanismo objeto de su trabajo. Suyo es el Plan Urbanístico de Onda (1960) y el Plan General de Ordenación Urbana de Castellón de 1963, comisariado por Manuel Muñoz Monasterio y en colaboración con Manuel Romaní y Vicente Traver González-Espresati. Con este último arquitecto, suscribe también el tardío edificio para la naciente Universidad de Castellón (el conocido CUC, 1980-1981), un serio ejercicio modular resuelto con elementos prefabricados que hoy languidece por falta de mantenimiento, sin que la Administración encuentre un uso que prolongue, a su nivel, la utilidad social de este espléndido espacio que ha formado a muchos universitarios castellonenses.
Por último, y en el contexto del presente escrito, es imprescindible citar su compromiso con el colectivo profesional que lo consideró Mestre, para el cual desempeñó los cargos de tesorero y presidente del Colegio Territorial de Arquitectos de Castellón (CTAC) (1975-1977), así como de vicesecretario del Colegio Oficial de Arquitectos de la Comunidad Valenciana (COACV) (1978-1979), de cuya Comisión de Depuración y del Tribunal Profesional formó parte durante muchos años.
OBRAS DESTACADAS
1958
Edificio de viviendas en calle Navarra núm. 27 y 29, Castellón
Vivienda unifamiliar ‘Sol de Llevant’, Urbanización del Pinar, Grao de Castellón
Edificio de viviendas V.7, calle Trinidad núm. 22 esquina calle Navarra, Castellón
1960
Edificio comercial y de oficinas para la Caja de Ahorros, calle Enmedio núm. 24, Castellón
Edificio de apartamentos Well Ring, avenida Ferrandis Salvador núm. 52, Castellón
1961
Edificio de viviendas y locales comerciales V.92 Pasaje Diago, calle Asensi núm. 4, Castellón
1962
Club de Golf, Urbanización del Pinar, Grao de Castellón
Residencia Luis García Berlanga CH.30, Cala del Retor, Oropesa del Mar (Castellón)
Residencia CH.34-1-2, carretera Benicasim al Grao de Castellón, Benicasim (Castellón)
Residencia CH.33, partida Mas dels Frares, Benicasim (Castellón)
Iglesia de San Francisco, plaza Botánico Calduch / calle Benasal, Castellón
1965
Residencia CH.59, calle Mossen Elias / calle del Clot, Benicasim (Castellón)
Edificio de apartamentos ‘La Panderola’ V.242, calle Apóstol Santiago, Benicasim (Castellón)
Edificio de apartamentos ‘Los Naranjos’ V.256, paseo Pilar Coloma, Benicasim (Castellón)
Edificio recreativo y social Cooperativa Agrícola San Jaime V.264, Alquerias del Niño Perdido (Castellón)
1966
Residencia CH.63, carretera de Benicasim al Grao de Castellón km. 8, Benicasim (Castellón)
1970
Edificio ‘Casa del Mar’, calle Churruca, Grao de Castellón
1971
Vivienda unifamiliar y despacho ‘El Bunker’ V.394, plaza Doctor Marañón, Castellón
1974
Naves industriales y Pabellón para oficinas PN.510, carretera N-340 km. 63, Castellón
1980
Facultad Polivalente (CUC), calle Jose Pradas Gallén, Castellón
(Texto de Ángel Albert Esteve y Jaime Prior y Llombart, y Listado de Obras destacadas extraídos de la publicación MESTRES. ARQUITECTURA MODERNA EN LA COMUNIDAD VALENCIANA, de José Fernández-Llebrez Muñoz. Fundación Arquia [colección arquia/temas n 44], 2021 [ISBN 978-84-124459-0-9]