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Manuel Portaceli Roig

PREMIO A LA TRAYECTORIA PROFESIONAL 2021

Resulta emocionante hablar de Manuel Portaceli, mi amigo da lunga data, de su arquitectura, objeto de deseo, de su cultura, abrumadora. Me cupo el honor de recibir la petición del COACV de preparar una laudatio con motivo del nombramiento de Manuel Portaceli como Mestre de Arquitectura y cumplí el encargo con unas breves notas en las que mostraba mi entusiasmo ante el suceso.

Ahora me piden una nueva aportación para situar la obra de Portaceli en la red, con la amplitud que requiere. Lo haré con el mismo entusiasmo, tal vez acrecentado por la escucha atenta del vídeo integrado en la exposición que el CTAV le ha dedicado. El vídeo, en sus cuatro fragmentos, revela la capacidad crítica de nuestro Mestre, su aguda percepción de asuntos tales como la formación del gusto a la manera de Viollet-le-Duc; la valoración del lugar y su historia al modo de Zumthor; la inserción del proyecto en el continuum de la arquitectura y la responsabilidad de medirse con todo lo anterior y todo lo posterior; y otros tantos expuestos con el aplomo y naturalidad de quien sabe y goza de transmitirlo, sin vanidad, sin artificio.

La obra de Portaceli es muy notable y recorre el largo camino proyectual que va de los alojamientos unifamiliares a los contenedores culturales, de los que hablaremos. 

Nuestro añorado maestro Juan José Estellés elaboró una introducción a la obra de Portaceli para la revista Tribuna de la Construcción que resulta muy orientadora para valorar su obra. Con su prosa visual característica, Estellés nos lleva desde la etapa de formación en Barcelona, con los maestros que nunca olvidará, a través de obras iniciales de porte menor, pero de gran interés, como las casas de Andilla o Chiva en las que rinde tributo a Venturi y a Five Architects, respectivamente, y sigue con las apelaciones lecorbusieranas en la Escola Gavina.

Tras estos primeros pasos acompañados por su dedicación académica a la historia de la arquitectura, Portaceli se adentró en un campo disciplinar en que brillará con luz propia: la intervención en el patrimonio histórico. En ésta nos ha dejado muestras ejemplares que revelan su agudeza en el análisis de las bases culturales que soportan la arquitectura para transformarlas en pautas proyectuales que reponen la lógica del monumento y lo trasladan a la contemporaneidad.

En la arquitectura de intervención en el monumento, Portaceli establece una incesante búsqueda y un afortunado encuentro con el pasado, sea próximo o remoto; y se llega a dudar si tales categorías son solo una, a tal punto en la obra de Portaceli hay fusión de términos. Cuando se repasa su obra se percibe con claridad que el autor analiza el pasado, lo fecunda o le injerta nuevos brotes y lo madura hasta obtener una obra propia. Para ello se apoya en su larga dedicación académica, sea en la historia de la arquitectura o en el arte de proyectar. En España o en su amada Italia.

Portaceli es, en este campo de difícil tránsito, un arquitecto de la reflexión y la elaboración de un marco proyectual que pueda ser transmitido, dada su vocación docente cumplida desde los márgenes académicos, pero con irradiación y reconocimiento de sus pares. Sabe compaginar reflexión y acción y no abandona ninguna, huyendo tal vez de un patrón relajado que reduciría la tensión por él deseada entre docencia y ejercicio profesional, entre clases y obras.

En este dominio patrimonial Portaceli se configura como arquitecto de la memoria hecha presente, elaborada según reglas de los maestros, clásicos o modernos, de Vitrubio a Le Corbusier. Va más allá de la tópica idea de la creación arquitectónica ex nihilo, de la mera innovación, y estudia los materiales que la historia le ha proporcionado y de los que él se ha apropiado y elabora, consciente de que la cultura es acumulación. Las arquitecturas de Portaceli son, dicho de otro modo, presente del pasado.

Portaceli ocupa un podio en el campo de la intervención en el patrimonio. Nos detendremos ahora solo en algunos casos ejemplares.

Vemos, sentimos en su obra, el pasado remoto transfigurado en el teatro romano de Sagunt, de traza perfectamente vitruviana. Su tipología se mantuvo durante siglos, con un espacio escénico que constituye su misma esencia. Pero en los últimos cien años sufrió un número importante de intervenciones que lo sumieron en la confusión, como señalaba la arqueóloga Aranegui. Se trataba de una ruina artificial, en palabras de Grassi.

La intervención de Grassi y Portaceli pretendió ante todo la sinceridad con la restitución del volumen y la tipología del monumento. Renunciaron al carácter filológico para devolver el carácter latino a su cuerpo escénico a través de la modificación de la imagen de cávea abierta que el proceso de ruina había aportado. Renunciaron a mantener una imagen ruskiniana de ruina romántica y se inclinaron por la reintegración arqueológica, por el restauro critico enunciado por Brandi, dirigido a restablecer la unidad potencial de la obra de arte. 

La unidad cávea-cuerpo escénico, base de la propuesta proyectual, implica la restitución del segundo a partir de las trazas obtenidas, como señala Portaceli, añadiendo las técnicas constructivas que surgen de los mismos restos murarios y mostrando la intervención; así, se nos hacen legibles los elementos de partida y se nos permite la lectura del espacio teatral romano.

O en las Drassanes de València, en las que practica una radical repristinación de la arquitectura gótica civil, de sus arcos diafragmáticos que configuran un espacio ritmado, seriado, en ausencia de elementos banales o menores, todo hecho con el rigor y la neutralidad más estricta.

Y en el Palau dels Borja, gótico del siglo XV, después de Benicarló, que sufrió profundas transformaciones a lo largo del siglo XIX, fabriles y residenciales, y que los arquitectos Monmeneu, Arnau y Ferreres transformaron estructuralmente y en estilo neogótico ecléctico. Es éste un vivo ejemplo de la acumulación arquitectónica que Portaceli analizó y respetó, puesto que hizo convivir la caja muraria del XV con las intervenciones del XIX y con las delicadas huellas de Ferreres en la escalera oval. Su intervención la llevó a cabo con patrones de modernidad y con la incorporación, como acostumbra, de aportaciones pictóricas de gran calidad.

Así, la ampliación del Museo de Bellas Artes de Valencia brindó la ocasión a Portaceli de establecer un delicado diálogo, sin abandonar la neutralidad debida, con el octógono de Pérez Castiel y Mínguez. Le otorgó el papel crucial de ordenador del ingreso al museo –el espacio claustral a Levante, el nuevo museo en peine por adición, al Norte--. Y con su reconstrucción parcial puso de relieve una de las arquitecturas oblicuas de la ciudad, restaurando el perfil del paisaje urbano. Añadió a la intervención estructural unos guiños personales e históricos característicos, al revestir el intradós de la rehecha cúpula pintada en añil con tachones dorados, a la vieja manera de la Llotja, y con el dibujo de un trompe l’oeil en el pavimento de mármoles de Macael y Marquina.

Por último, sentimos el sueño burgués del Palau de Berbedel, antes de José Campos, hoy Museu de la Ciutat. Aquí tenemos una ejemplar intervención sobre aportaciones tipológicas del maestro Manuel Ferrando, que convirtió el palacio precedente de planta en U en planta cerrada en torno a patio, al que añadió una fachada principal. Portaceli retomó esta superposición de estratos para resolver la instalación del espacio expositivo, y restituyó críticamente la arquitectura recibida con un énfasis contemporáneo; en su conjunto y en sus superficies encontramos una ornamentación de artistas de nuestros días y, de nuevo, la incorporación de un trompe l’oeil en algunos pavimentos.

Si algo merece ser destacado del conjunto de la obra –señala el catedrático Torres Cueco-, es la radical coherencia intrínseca de la dilatada producción de Portaceli a lo largo del último medio siglo, fundada en la continuidad de un método de proyectación cimentado en la exigencia de racionalidad, en el compromiso ético y en las facultades personales.

Recién se han cumplido cien años que el maestro de todos, Le Corbusier, escribiera en “Vers une architecture” que la arquitectura no era sino una pura creación del espíritu.

La contemplación de la obra de Portaceli lo refrenda.

València, febrero de 2024

OBRAS DESTACADAS

1976
Tesis doctoral de Manuel Portaceli: Estilismo e Historicidad del Movimiento Moderno Valencia: 1924-45

1978
Casa Dr. Tomas Portaceli. Rocafort (Valencia). Demolición 2007.
Casa Díez. Andilla. (Valencia).

1979 
Rehabilitación de las Atarazanas para uso cultural. València.
Casa García Gomis. Xiva (Valencia).

1980
Ampliación y Remodelación de Edificio Escolar en Picaña (Valencia).
Nuevo edificio Escuela Gavina Picanya (Valencia)

1983 
Rehabilitación del Almudín de Xátiva (Valencia).
Rehabilitación de edificio modernista para sede social. València.

1984 
Restauración y Rehabilitación del Teatro Romano de Sagunto. Sagunto (Valencia). Con Giorgio Grassi.

1985 
Rehabilitación del palacio Marqués de Campo para Museo de la Ciudad. València. 
Museo de Bellas Artes de Valencia. València 

1986 
Casa Pepe Picó. Picassent (Valencia).

1987 
Casa para un coleccionista de arte. València.

1988 
Galería de arte Leonarte. València.
Sede de las Cortes Valencianas. València.

1991 
Aulario para la Universidad de València.

1993 
Concurso para el Neues Museum (Berlín).

1998 
Rehabilitación de la “Casa del Xavo”. Valéncia.
Escuela de Educación infantil y Primaria Mare Nostrum. Bolbaite (Valencia).

1999 
Casa cerca de la playa. Dénia (Alicante).

2001 
Casa estudio para el pintor Manolo Valdés. Dénia (Alicante).
IES Rafael Ridaura. Buñol (Valencia).

2002 
Casa Gutierrez de Vera. Dénia (Alicante).
Rehabilitación del castillo de Sagunto. (Valencia)

2004 
Casa Sanz. Paterna. (Valencia)

2005 
Casa Yamano Bansho. Rugat (Valencia)
Rehabilitación Villa Elisa para centro cultural. Benicàssim (Castellón).

Texto por cortesía del arquitecto Vicente González Móstoles, vocal del Consell Valencià de Cultura (CVC)

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