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Emilio Giménez Julián

PREMIO A LA TRAYECTORIA PROFESIONAL 2007-2008-2009

Es probable que Emilio Giménez haya sido uno de los representantes de una generación de arquitectos que transitaron por la profesión con una vocación que trascendía el simple oficio. Aunque vinculado por su familia al mundo de la empresa y la construcción, sus inquietudes personales lo condujeron a comprometerse con la cultura de su tiempo y transmitirla a las jóvenes generaciones de arquitectos casi desde el inicio de su trayectoria vital.

Emilio Giménez inició la carrera en la Escuela de Arquitectura de Madrid, pero la finalizó en 1963 en la Escuela de Barcelona. Entre 1959 y 1963 trabajó en el estudio de José Antonio Coderch, quien dejó una decisiva impronta en su formación. También el clima efervescente de la propia ciudad de Barcelona, que en aquellos años se postulaba como el centro de la reflexión artística y cultural, fue fundamental en sus primeras obras de arquitectura. Un año antes Oriol Bohigas había publicado su manifiesto «Cap a una arquitectura realista», precedido por una serie de textos que anunciaban la aparición de una vanguardia «realista», con raíces en el neorrealismo italiano, destacado como la corriente ideológica más militante y comprometida con una sociedad conmocionada por el desastre de la Segunda Guerra Mundial.

Todavía como estudiante, colaboró con Rafael Tomás en el edificio de la calle Luis Santángel (1962), donde incorporó la cerámica granate en la fachada y las persianas de librillo. También trabajó durante un año en el estudio de Mauro Lleó. A su regreso a Valencia, Emilio Giménez se configuró como el representante más destacado de este realismo local, y recogió con mayor firmeza y convencimiento las inquietudes del ambiente arquitectónico catalán.

Tras esta breve experiencia, realizó una importante obra: el edificio Julián en la calle Artes Gráficas (1963-1965). En esta promoción en chaflán acusa la influencia de Coderch en cuestiones como el uso de una modulación de múltiplos y submúltiplos de 80 cm en la dimensión de huecos y macizos; la utilización de la fábrica de ladrillo visto tratado a la aragonesa, es decir, sin junta vertical; la planeidad y tersura del paramento exterior, en el que se renuncia a las terrazas y solanas propias de la vivienda burguesa de la época; la continuidad visual entre exterior e interior a través de las ventanas y puertas enfrentadas, y el empleo de un elemento prefabricado de cubrepersiana y antepecho que recuerda la persiana Llambí. Cabe destacar la implementación de tipos de apartamentos poco usuales, como los de fachada frente a los laterales, que respondían a los parámetros propios de vivienda en profundidad del Ensanche. Por otra parte, era novedosa la organización a partir de dos patios interiores; uno triangular para los dormitorios y el otro irregular para las piezas de servicio. La planta estaba resuelta con una gran habilidad gracias al apurado juego de las geometrías no ortogonales, más acusadas en la planta de los áticos, en cuyos comedores se asumían formas hexagonales. Este trazado no ortonormal correspondió a un momento de búsqueda en la arquitectura catalana de entonces, desde las viviendas de la Barceloneta (1951) o la Casa Olano (1957) de José Antonio Coderch a las más recientes obras de Federico Correa y Alfons Milà, como las casas Julià (1959) y Rumeu (1961).

Un año más tarde proyectó las viviendas del Santo Grial en Huesca, con las mismas constantes: la utilización del ladrillo visto, celosías y cubiertas de teja, que aludían a la misma adecuación a la realidad social y tecnológica del país. El edificio de viviendas de la calle Carcaixent (1965-1966) respondía, como en el norte de Italia y Cataluña, a una preocupación por recuperar elementos de la tradición y de la historia. Con el empleo del azulejo en damero como remate del edificio y cubrepersianas, y el diseño de las barandillas metálicas azules, recogía las incipientes inquietudes de conexión con la historia, en especial con el modernismo, objeto de estudio casi preferente durante esta década. 

Su atención constante a los acontecimientos culturales del momento le llevó a declinar la Casa Alfaro (1968-1969) de modo muy diferente. Estamos a finales de los años sesenta, en coincidencia con la difusión del pop-art. Entonces establece sólidas relaciones con Tomás Llorens y su mujer, Anna Peters (quien colaboró con Emilio Giménez en el diseño interior de la vivienda), así como con los miembros del Equipo Crónica. Poco antes había viajado a la India, donde lo impresionó el observatorio astronómico de Jantar Mantar. De allí extrae los volúmenes circulares, el juego de curvas y contracurvas y los colores vivos, como el fucsia o el amarillo, para la casa-taller de su amigo escultor. También las persianas correderas con sus calados hexagonales de resonancias modernistas, junto a la incorporación de alféizares y goterones metálicos, convivían con las enseñanzas de Coderch en la transición de espacios o el acceso a la vivienda desde el garaje. La Villa Anna Lisa para el cantautor Raimon (1970) podía leerse como un retorno a los volúmenes blancos escalonados a tenor de la pendiente del terreno, a las transiciones espaciales interiores, a las transparencias y las protecciones de persianas de librillo, a lo que se suma el uso de materiales del lugar, como la piedra seca en muros, afines al imaginario mediterráneo.

Obras como las Torres El Saler (1970-1975), en las que se reunían cuatro viviendas por planta distribuidas de forma simétrica, todavía se entroncaban con las superficies quebradas y los volúmenes fraccionados característicos de la Escuela de Barcelona, pero aderezados con la diversidad en los tipos resueltos con habilidad en diagonal, con movilidad y efectos de luces y sombras, que comenzaban a avanzar nuevos referentes. Este era el caso de la Casa Viridiana en Torrent (1974-1976), clara invocación al neorracionalismo neoyorquino. No es posible entender este proyecto sin la fortuna que los Five Architects tuvieron en los círculos universitarios de la época. Por un lado, con las citas cultas de la arquitectura de Le Corbusier y los arquitectos del periodo de entreguerras.

Por otro lado, el redescubrimiento de la figura del arquitecto italiano Giuseppe Terragni por parte de Peter Eisenman, con inmediatos ecos en las viviendas de Luis Santángel-Doctor Sumsi (1976-1979). Si el edificio de Luis Santángel invocaba en sus plantas a la Casa Giuliani-Frigerio en Como, su patio abierto precintado por la cornisa superior rememoraba la Casa Rustici en Milán, ambas de Terragni. Por el contrario, el reducido bloque de Doctor Sumsi respondía a una actualización de los tipos del Ensanche. Tras todo ello, había lecturas atentas de la revista Oppositions, afines a una personal vindicación de la modernidad.

A mitad de los años ochenta realizó dos importantes proyectos institucionales de diferente signo. La restauración del Palau del Marqués de la Scala (1986-1988) fue un ejercicio de restitución tipológica que respetó la estratificación histórica del palacio. Además, apostó por incorporar el arte contemporáneo con la propuesta de que el artista Valerio Adami pintara la bóveda, lo que por desgracia no se concretó. 

Pero, sin duda, la obra más destacada fue el Instituto Valenciano de Arte Moderno (IVAM, 1985-1989) a instancias de Tomás Llorens y con la colaboración de Carlos Salvadores, Joaquim Sanchís, Vicent García y Josep Murcia. Podría definirse como un cofre severo, aristado y pétreo, solo abierto en la sala de esculturas, la cafetería y el generoso vestíbulo precedido por una gran entrada resuelta con un paramento de vidrio protegido por un prominente voladizo que cubre el acceso. Frente a la serenidad geométrica de la secuencia de las salas en enfilada, la escalera monumental introduce con su giro diagonal una tensión anunciada en la incisión de la rampa exterior del gran podio que, como plaza, otorgaba una dimensión pública a esta institución pionera en la difusión del arte moderno en España. Años más tarde, en 2000, Emilio Giménez ganó, junto con el arquitecto Julián Esteban Chapapría, el concurso para remodelar el IVAM, lo que concluyó su actual configuración.

En 1992, con la colaboración de Robert Primo y Lluís Trullenque, realizó el Pabellón de la Comunidad Valenciana para la Exposición Universal de Sevilla, en el que se reincidía en algunos de los elementos, como el gran voladizo que cubría el ingreso, la rampa diagonal que organizaba el recorrido por sus salas y su fachada acristalada con vistas al lago de la Expo’92. Sin embargo, su carácter efímero exigió una construcción desmontable con estructura metálica y cerramientos ligeros revestidos en chapa de acero que, en su despiece horizontal, invocaban la monumentalidad de un muro de sillares. 

Con el Museo del Diseño en Rocafort para Andrés Alfaro se cierra una producción siempre sustentada en la actualización de códigos a tenor de la evolución de la cultura arquitectónica del momento. En este caso se trata de un escueto contenedor y una construcción

directa con paneles prefabricados que acogen en media planta baja la zona de biblioteca, despacho, almacén y servicios. La superior se vuelca sobre el espacio a doble altura, que deslinda la exposición permanente de electrodomésticos y la destinada a muestras temporales. La escalera, un volumen metálico inclinado emergente, revela la posición del acceso y se muestra como un objeto escultural que acompaña a las esculturas al aire libre de Andreu Alfaro, progenitor del propietario y también diseñador del espacio interior. 

Además de su labor profesional, Emilio Giménez desarrolló una memorable actividad como crítico de la arquitectura valenciana. En el año 1970, junto a Tomás Llorens, participó en el monográfico de la revista Hogar y Arquitectura dedicado a «la imagen de la ciudad de Valencia». Ambos realizaron los primeros trabajos de investigación sobre el urbanismo y la arquitectura moderna antes de la guerra civil. También fue intensa su actividad en la Comisión de Cultura del Colegio de Arquitectos de Valencia, con Juan José Estellés.

Se organizaron los dos ciclos de «Conversaciones sobre Diseño Industrial» —en los que participaron Tomás Maldonado, Oriol Bohigas, Antonio de Moragas, Geoffrey Broadbent, Tomás Llorens y Carlo Aymonino—, así como un buen número de exposiciones dedicadas al arte conceptual, a la pintura y escultura valencianas, a la polémica de El Saler y a la obra de Juan Genovés, por ejemplo. Su cercanía a grupos como Estampa Popular y el Equipo Crónica y a artistas como Raimon, Eduardo Arroyo o Monjalés, así como sus contactos con la revista Arquitecturas Bis, mostraban su compromiso con la cultura contemporánea en un momento en que se producía un cambio epistemológico en el panorama arquitectónico, entre los años sesenta y setenta. Su actividad docente comenzó en el curso 1968-1969 en la Escuela de Arquitectura de Valencia en la asignatura Proyectos, junto a Rafael Tamarit y Juanjo Estellés. Pero la abandonó enseguida y no la retomó hasta el año 1978, cuando se integró en el área de Composición y, después, en Proyectos Arquitectónicos, donde fue catedrático y profesor emérito. 

De esta intensa vocación cultural y docente, los que fuimos sus alumnos, doctorandos y, más tarde, compañeros docentes estamos inmensamente agradecidos.

OBRAS DESTACADAS

1964
Edificio de viviendas ‘Julián’, en calle Artes Gráficas núm. 28, Valencia
Viviendas del ‘Santo Grial’, en la calle Primo de Rivera, Huesca

1965
Edificio de viviendas ‘Carcaixent’, en calle Carcaixent núm. 6, Valencia

1969
Vivienda unifamiliar ‘Alfaro’, Rocafort (Valencia)

1970
Villa Anna Lisa para el cantautor Raimon, Jávea
Edificio de apartamentos ‘Torres El Saler’, en avenida Gola de Pujol núm. 4, Les Gavines (Valencia)

1971
Edificio de viviendas ‘San Jorge’, en avenida Juan XXIII con calle San Jorge, Huesca

1972
Edificio de viviendas ‘Vicente Campo’, en avenida Juan XXIII con calle Vicente Campo Palacio y calle Saturnino Baquer, Huesca

1974
Vivienda unifamiliar ‘Viridiana’, en urbanización Santa Apolonia, El Vedat de Torrent (Valencia)

1976
Edificio de viviendas ‘Siena’, en calle Luis Santángel núm. 10 y calle Doctor Sumsi núm. 15, Valencia

1977
Proyecto para Poblados Costeros Dehesa, en La Dehesa del Saler, Valencia (con Francisco Javier Sáenz de Oíza)

1985
Instituto Valenciano de Arte Moderno (IVAM), en calle Guillem de Castro núm. 118, Valencia (con Joaquim Sánchis Serrano, Vicent García Martínez, Josep Murcia y Carlos Salvadores)

1986
Acondicionamiento interior del Palacio Marqués de La Scala, en plaza Manises núm. 3, Valencia

1987
Taller del escultor Andreu Alfaro, Godella (Valencia)

1991
Vivienda unifamiliar Sánchez Durá, en urbanización Nueva Pinada, Jávea (Alicante)

1992
Pabellón efímero de la Comunidad Valenciana en la Exposición Universal de 1992, Sevilla (con Robert Primo y Lluís Trullenque)

1995
Ampliación para la colección Alfaro Hofmann, Godella

2000
Remodelación del IVAM, en calle Guillem de Castro núm. 118, Valencia (con Julián Esteban Chapapría)

(Texto de Jorge Torres Cueco y Listado de Obras destacadas extraídos de la publicación MESTRES. ARQUITECTURA MODERNA EN LA COMUNIDAD VALENCIANA, de José Fernández-Llebrez Muñoz. Fundación Arquia [colección arquia/temas n 44], 2021 [ISBN 978-84-124459-0-9])

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