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Casa de ladrillo en La Eliana. Valencia

PREMIO


ESTHER SANCHIS LLOPIS Y ÁLVARO OLIVARES PERALTA
Localización: Cl. Serra de Mariola 7 - La Eliana (Valencia)
Promotores: Carmen Ramón Serral y José Juan Castillo Serrano
Constructora: ATG Desarrollos

La Eliana es un municipio de las afueras de València, conocido por sus grandes extensiones de ciudad jardín en torno a un núcleo urbano con una notable actividad social. A diferencia de otras poblaciones cercanas, su expansión terminó de consolidarse hace unas décadas, lo que ofrece el atractivo de disponer de los servicios que todavía no han llegado a los nuevos desarrollos y de poder disfrutar de frondosa vegetación en calles y parques.

En este paisaje consolidado, una pista de tenis se había segregado de la vivienda a la que pertenecía originalmente y gozaba de una óptima orientación, una agradable y densa vegetación perimetral que ofrecía la intimidad y sombra que no se encuentran en nuevas urbanizaciones, un árbol de gran porte y la posibilidad de reutilizar elementos como la solera de la pista, que se convertiría en el hormigón de limpieza del forjado sanitario, o un antiguo almacén subterráneo cuya huella ocuparía la piscina.

Probablemente en nuestra distancia generacional con los clientes, entendíamos que la vivienda unifamiliar era una tipología del pasado, con un considerable impacto en su construcción y uso y que, por tanto, no debía repetir los mismos errores que observábamos en promociones cercanas. Fue en cuestiones como la eficiencia energética, el escaso mantenimiento, la reducción de costes o la durabilidad de los materiales empleados donde encontramos los puntos en común que acabarían definiendo el proyecto.

El programa de la vivienda lo planteamos en planta baja, con una planta primera destinada a eventuales visitas. La marcada longitudinalidad de la parcela en la dirección norte-sur nos llevó a distribuir la planta en espina, situando en el centro una franja con el corredor y las escaleras que distribuiría a dos bandas: la de levante, de mayor anchura con las estancias principales y la de poniente, de menor anchura, albergando los espacios servidores abiertos -cocina interior y cocina exterior con paellero- y los cerrados que, por su posición central, construimos como un mueble de gran tamaño en una madera lacada en verde que dialoga con la vegetación que se muestra a través de todas las ventanas.

Esta configuración espacial que nace de las orientaciones define las dos fachadas longitudinales de la vivienda que a su vez moldean su volumetría. La fachada este se caracteriza por ser una fachada abierta y disponer de un patio, así como de varios quiebros y retranqueos que facilitan la entrada de la luz de mañana a los interiores. Por su parte, la fachada oeste es plana y opaca, buscando resguardarse del sol bajo la vegetación perimetral.

Las primeras maquetas nos mostraban una volumetría rotunda, definida por grandes paños ciegos y por la presencia de las chimeneas. Parecía evidente que para no perder la escala doméstica debíamos evitar las superficies lisas y, apoyados por lo que se repetía en viviendas del entorno, llegamos al ladrillo. Probablemente el uso de este material en obras de Louis Kahn o Dom Hans Van der Laan que habíamos visitado recientemente también nos ayudaron a llegar a esa conclusión.

La considerable sombra de la parcela, los deseos de los clientes y tal vez algo de intuición mediterránea nos guiaron hacia la luminosidad del color blanco, pero la escasez de materia prima y la crisis de los transportes que marcaron el desarrollo de la obra redujeron las opciones disponibles y colocamos un ladrillo de arcillas blancas con tonos ocre. Fue en una visita con Manolo, el maestro caravistero, cuando vimos que no pasar la esponja para limpiar el mortero blanco que había manchado las piezas le daba a los muros cierta variación de tonos y los aclaraba. Si bien produjo un cierto desconcierto por parte de la constructora, que no daba crédito a dejar “manchada” una fachada de caravista, el resultado final aporta una bonita pátina blanca a los paños, una variación de tonos y, a escala humana, una pequeña capa adicional de textura rugosa y no uniforme que le aporta un grado de sensorialidad y singularidad.

Tratamos de que el resto de detalles y materiales acompañasen al ladrillo en su naturalidad y abstracción, pero la falta de stock y el aumento de costes llevaron a muchos cambios sobre el proceso, como no poder materializar todos los interiores con la piedra natural de los exteriores. Pese a ello, varios fueron los elementos que pudimos definir en detalle, como la pesada balda volada que realizó en terrazo un maestro de la piedra artificial y que colocamos como pie de chimenea con un muro de ladrillo que entra dentro de la vivienda actuando con su propio peso contra el vuelco, o la pérgola que cubre la terraza y el espacio de cocina exterior, construida en listones de pino sobre vigas de canto variable que llegaron realmente justas de dimensión a la obra y que la habilidad del carpintero llevó a buen puerto. En esta terraza, resulta notable el contraste entre la ligereza de la pérgola y su sombra con el peso de la chimenea del paellero.

Esta pérgola, junto al espesor de los cerramientos, la ventilación cruzada y la respuesta de la vivienda a cada orientación, constituyen un sistema de medidas pasivas que mejoran su comportamiento climático.

La que para nosotros fue nuestra primera obra concluyó a principios del verano de 2022, dentro de tiempo y de precio, algo sorprendente en esa tormenta perfecta post-pandemia que vivió el sector. A día de hoy, un año después, los propietarios nos confiesan que son felices en una vivienda que no se parece a aquella que imaginaban antes de contactar con nosotros, que han constatado que no necesitaban muchas de las cosas en las que pensaron entonces, que han visto reducido considerablemente su consumo energético, que han aprendido a disfrutar de aquella vegetación que en su día pensaron talar y que, ante todo, les encanta el momento de llegar a casa. 

Texto de los autores

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