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La Arquitectura de la Exposición Regional valenciana de 1909 y de la Exposición Nacional de 1910

PREMIO


FERNANDO VEGAS LÓPEZ-MANZANARES

La Exposición Regional Valenciana de 1909 y la Exposición Nacional de 1910, certámenes a los que se aludirá en lo sucesivo juntamente con la palabra Exposición o Exposición Valenciana, constituyen un capítulo destacado dentro de la historia de la arquitectura de la ciudad levantina. La celebración de esta gran feria marca un hito en el desarrollo arquitectónico, urbanístico y, se podría añadir, psicológico de Valencia, hasta tal punto que se podría afirmar que su fisonomía se transfigura debido a este evento. Paradójicamente, la trascendencia de este acontecimiento en la configuración de la ciudad no se había reflejado en ningún estudio monográfico. Su arquitectura constituía una suerte de eslabón perdido, dentro de las biografías profesionales de los arquitectos autores de los pabellones de la Exposición y dentro del contexto arquitectónico de la ciudad de Valencia.

El presente análisis, contextualizado en los aspectos lingüístico-arquitectónicos que caracterizan al eclecticismo en general y a los edificios de las exposiciones en particular, pretende arrojar luz sobre este periodo tan desapercibido de la historia de la arquitectura de Valencia. Se ha investigado el significado que tenía la arquitectura de entonces para sus usuarios, la etimología de los iconemas formales y estilísticos, -entendiendo por iconema la unidad elemental de percepción o referencia en base a la cual se construye la imagen arquitectónica-, y las razones hipotéticas por las que hombres de generaciones tan cercanas a la nuestra respondían con esta u otra arquitectura a un encargo determinado. Este estudio no se ha limitado al ámbito local, sino que ha buscado la relación nacional e internacional de esta arquitectura y de sus artífices.

En efecto, desde mediados del siglo XIX hasta el comienzo de la primera guerra mundial e inmediata creación posterior de las primeras ferias de muestras, el panorama internacional estuvo marcado por la frecuente presencia de exposiciones de diverso ámbito: universales, internacionales, nacionales, regionales, temáticas, artísticas... Estos certámenes, donde los anfitriones y/o potencias internacionales medían sus fuerzas y ostentaban sus mejores galas, representan un lugar de debate fundamental del eclecticismo en la arquitectura y reflejan con bastante fidelidad la evolución del pensamiento y el panorama arquitectónico de la ciudad que acogía la celebración. La Exposición Valenciana se encuadra perfectamente dentro de esta sucesión de grandes ferias y constituye el reflejo del ambiente y aspiraciones de la ciudad en sus aspectos urbanísticos y arquitectónicos.

A diferencia del panorama actual, estas exposiciones de antaño eran consideradas muy seriamente por los profesionales, críticos y revistas especializadas de arquitectura y se les dedicaba gran atención a todas ellas. La Exposición Valenciana, concebida inicialmente con carácter regional, superó las expectativas de propios y extraños y se llegó a equiparar a las grandes ferias de carácter internacional hasta el punto de que, en revistas especializadas como Arquitectura y Construcción, recibió un tratamiento similar en número de artículos críticos e imágenes a la Exposición Universal de París de 1900.

El desconocimiento absoluto del mundo de las exposiciones, más allá de la referencia superficial de algunos ejemplos paradigmáticos considerados heroicos por el alarde ingenieril decimonónico (el Pabellón de Paxton de la Exposición Universal de Londres de 1851, la Torre Eiffel y la Galería de Máquinas de la Exposición Universal de París de 1889), o de otros momentos excepcionales de manifestación de vanguardia (Exposición de Turín de 1902), no permitía trazar un panorama completo del contexto de la época.

La realidad nos indica que las exposiciones se sucedían entonces con una frecuencia increíble, ya fueran universales, internacionales, nacionales, regionales hasta el punto de que, la elaboración somera de una lista de éstas en el lapso de veinte años en torno a la Exposición Valenciana ha arrojado cerca de ochenta eventos, sobre todo, en suelo europeo. Y cabe decir que dentro de esta lista faltarían con seguridad una larga relación de exposiciones regionales que, normalmente, no trascienden a la bibliografía especializada y que, sumadas a las anteriores, sobrepasarían fácilmente el centenar de eventos. Esto quiere decir una media de, al menos, cinco exposiciones al año, en el ámbito predominante de Europa Occidental. Además, se debe distinguir entre los diferentes tipos de exposiciones, que van desde las universales, las internacionales, las nacionales, las regionales, las específicas de industria, minería, agricultura, electricidad, hasta los simples certámenes de bellas artes, pasando por un sinfín de variaciones y combinaciones de todas ellas.

Llegado a este punto resulta inmediato preguntarse hasta qué punto es lícito confrontar las arquitecturas nacidas al amparo de exposiciones tan dispares en nacionalidad, tamaño, motivo e inclinación; hasta qué punto se pueden establecer paralelismos entre una exposición de carácter universal y una exposición de ámbito regional. Precisamente, para contestar a esta cuestión, se ha querido indagar en la arquitectura de estas exposiciones, con el prurito de contextualizar unos pabellones que mucho debían al entorno e idiosincrasia local y, no menos, a una corriente supranacional expositiva, que representaba un verdadero estilo internacional característico de este tipo de eventos independientemente de su dimensión y condiciones particulares, que aporta datos sobre el origen de los pabellones valencianos. El fenotipo o apariencia externa de la arquitectura de una exposición concreta constituía en muchas ocasiones una combinación más o menos patente entre el genotipo ligado a la historia de la ciudad anfitriona y la influencia del ambiente del circuito de exposiciones contemporáneas. De esta manera, se puede afirmar que las exposiciones se copiaban entre sí, pero nunca hasta el punto de importar reproducciones exactas de los pabellones de otros recintos.

En la línea de los autores que se han dedicado al análisis de la arquitectura del eclecticismo, que encontraba su foro más adecuado en las exposiciones de la época, esta profundización en el conocimiento de la arquitectura de la Exposición Valenciana desea arrojar luz sobre el capítulo del eclecticismo local, al mismo tiempo que establecer lazos de parentesco con el contexto del eclecticismo nacional e internacional. Este estudio aspira a saldar la asignatura pendiente que suponía el conocimiento de la genealogía y el impacto de este certamen en el contexto del eclecticismo de ámbito local, nacional e internacional. Con todo ello, se pretenden extraer conclusiones para una actualización del valor de la arquitectura ecléctica de todo este periodo, en base al estudio de su lenguaje y su adecuación al momento y a la sociedad. Superado el siglo XX, ha llegado el momento de la recuperación de la arquitectura de exposición, en este caso, de la arquitectura de la Exposición Valenciana; si no se quiere de su apreciación formal, sí al menos de su redención historiográfica.

En primer lugar, se han analizado los aspectos urbanos de la Exposición, concebida como pequeña metaciudad autónoma, y en relación con la ciudad que la alberga, entendida como contexto físico, cultural y arquitectónico. Se ha partido de un estudio de la disposición de la planta general de la Exposición en relación con la evolución de diversas plantas generales de otras exposiciones de la época. A continuación, se ha estudiado el desarrollo de la planta general del certamen desde sus primeros estadios hasta su configuración definitiva. Esta pequeña ciudad a escala, reflejo de las aspiraciones de los valencianos de antaño, esconde asimismo un conjunto de implicaciones psicológicas que se han pretendido desvelar. Por último, no se ha querido desdeñar el proceso de elección del solar para la Exposición y su posible influencia sobre los aspectos urbanos de la ciudad de Valencia, precisamente, en un momento coincidente con su expansión, transformación y redacción de los planes de Reforma Interior y Ensanche de la misma.

En el estudio subsiguiente de los pabellones, éstos han sido agrupados por conjuntos de similares características. Así, en los casos en los que se conocía el autor del diseño, se han estudiado bajo el epígrafe del arquitecto, buscando relacionar la obra de la exposición con su obra anterior y posterior al evento, dentro del contexto de la arquitectura de Valencia o de un ámbito nacional. En los casos de autoría desconocida, se han agrupado por el carácter de los edificios, desde las construcciones metálicas vistas, hasta los establecimientos de bar y restauración, pasando por los pabellones de empresas privadas con un cierto porte. La comparación con construcciones de la misma índole en certámenes celebrados aquellos años ha resultado de gran utilidad. Exposiciones como la de París 1900, Buffalo 1901, Turín 1902, Sant Louis 1904, Lieja 1905, Milán 1906, Madrid 1907 y Zaragoza 1908 tuvieron una gran cobertura en los semanarios y las revistas de la época, de modo que se pueden establecer relaciones de parentesco compositivo y formal, quizá casuales, tal vez deliberadas, pero siempre indicativas de una cierta guisa de concebir la arquitectura de las exposiciones.

Se ha pretendido elaborar una crítica de cada pabellón atendiendo a esta encrucijada de referencias múltiples y asumiendo la faceta más comunicativa de la arquitectura, aquella que es necesaria en una exposición, intentando en todo momento recontextualizar las críticas y comentarios de antaño. Se ha investigado en las razones que subyacieron a la adopción de un lenguaje arquitectónico concreto para un determinado tipo de pabellón. Se ha retrocedido en la genealogía de este lenguaje en busca de los precedentes en otros certámenes que desvelen incógnitas sobre la correspondencia entre programa y expresión arquitectónica. Finalmente, se ha indagado en un circuito de préstamos lingüísticos para pabellones, donde se trajinaron significantes y se reinventaron significados según las coordenadas geohistóricas de cada lugar.

A excepción de algunos ejemplos relacionados con las glorias del ingenierismo estructural del siglo XIX y algunos botones de muestra aislados representantes de la vanguardia de su momento, la arquitectura de las exposiciones del periodo del eclecticismo continúa siendo un tema bastante ignorado dentro del panorama de la historia de la arquitectura reciente. La reputación adquirida por estos eventos de albergar arquitecturas facilonas, edulcoradas, ahítas de ornamentos, nacionalistas, retóricas, ha generado un rechazo apriorístico que ha impedido a algunos críticos un análisis asesado de sus pabellones. La costumbre de descubrir ejemplos de vanguardia arquitectónica contaminados o domesticados, de manera que sean más digestibles, e hibridaciones de racionalismo con estilos históricos ha bloqueado la capacidad de este sector de la crítica. La arquitectura de la Exposición Regional de Valencia constituye un ejemplo bien pertrechado de todo este tipo de arquitecturas, desde las estructuras metálicas hasta los maridajes de estilo, pasando por una vanguardia atemperada por un baño de clasicismo francés que sancionaba y dignificaba el certamen a nivel nacional e internacional.

El estudio del contexto sociocultural que rodeó a la Exposición refleja el potencial concentrado y la actividad latente de la economía y sus habitantes de la época. La singular coyuntura favorable de Valencia a principios de siglo constituye el caldo de cultivo necesario para la generación de este tipo de grandes muestras. Los prolegómenos de la organización determinaron en gran parte la configuración posterior de esta gran feria, su ubicación, dimensión, disposición y, hasta cierto punto, el lenguaje de su arquitectura. Los antecedentes de la primera y segunda exposiciones regionales de 1867 y 1883, respectivamente, así como las frecuentemente ignoradas ferias de julio anuales, constituyen la vara de medida para calibrar la trascendencia de la Exposición objeto de análisis en el ámbito local.

El análisis de la arquitectura que se proyectaba y construía en aquel momento en Valencia, así como en las ciudades de Madrid o Barcelona, de donde provenían los títulos profesionales de los arquitectos participantes en la Exposición, además las obras publicadas en las revistas especializadas de aquel momento, permite pulsar el ambiente arquitectónico de la época en relación con su entorno más inmediato. Asimismo, la Exposición se constituyó en sede del debate arquitectónico de la época, ya que su recinto acogió la celebración del V Congreso Nacional de Arquitectos y albergó una exhibición de fotografías de obras, maquetas y proyectos de arquitectura en su Palacio de Bellas Artes. Este juego iterativo y redundante de contenidos continentes de otros contenidos aporta una gran cantidad de información de primera mano, que permite una aproximación contextualizada a la arquitectura de antaño y un análisis certero de su verdadera enjundia.

En la actualidad se conserva un total de cinco edificios que formaron parte del recinto de la Exposición Valenciana, cuya presencia resulta altamente interesante para su análisis y estudio. Estas cinco construcciones son el Palacio Municipal, el Asilo de Lactancia para Hijos de Cigarreras, la Fábrica de Tabacos (Palacio de Industrias), una nave almacén (Galería de Máquinas) y una nave de motores (Sala de Motores). Estos dos últimos edificios se conservan englobados dentro de la cerca de la manzana de la fábrica de tabacos y, en consecuencia, completamente olvidados por la bibliografía y la memoria colectiva de la Exposición.

Por último, cabe señalar la propia ciudad de Valencia como testigo directo principal y portadora del relevo que la Exposición le cedió en los edificios erigidos en la época inmediatamente posterior al certamen. Efectivamente, la estela dejada por la muestra se puede vislumbrar en los edificios del Ensanche, en el nuevo barrio de Pescadores y en otras partes de la ciudad de manera difusa. Entre otras muchas construcciones contemporáneas, el edificio de Correos, el Mercado Central, el Mercado de Colón, la Estación del Norte, los tinglados y el Edificio del Reloj del Puerto de Valencia reflejan, en mayor o menor grado, la influencia de la Exposición en su diseño, estructura, construcción y, fundamentalmente, en los aspectos referidos a las artes aplicadas, dado que muchos de los artistas y artesanos que participaron en la configuración final de los mismos tuvieron una presencia activa en diversos pabellones de la Exposición.

(Texto del autor)

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